El Viernes Santo es día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia y, por tanto, se debe guardar ayuno y abstinencia, y según la oportunidad también el Sábado Santo hasta la Vigilia pascual, con la que finaliza la Semana Santa.
El ayuno de estos dos días es además de penitencial, celebrativo, ritual, y contemplativo del misterio de la Cruz. Si bien es personal, es sobre todo comunitario: la comunidad ayuna en la espera de su Señor Resucitado.
La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía y la Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor. Sin embargo, los enfermos que no puedan participar en dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día.